Bolivia desde las calles
Por Sebastián Hacher / Pablo Indio ((( i ))) - Wednesday, Feb. 12, 2003 at 11:31 PM

Relatos de los sucesos del día de hoy, visto desde las calles de La Paz.

Se siente la misma agitación en el pecho que el 20 de diciembre en nuesto país, pero no es igual. El fuego de ametralladora, los gritos desesperados, los tiros que no se saben de donde vienen suenan diferentes.

A las 11 llegamos a la Plaza Murrillo, y nos encontramos con escenas de guerra. Una manifestación de estudiantes secundarios, todos muy jóvenes, llegaron hasta la puerta misma del palacio de gobierno, y rompieron todas las ventanas de la entrada con palos y martillos. El ejército, que salió a las calles para reemplazar a la policía amotinada, comenzó a tirar gases lacrimógenos, y policias atrincherados en la cancillería y en el cuartel del GES (Grupo Especial de Policia) comenzaron a tirar gases contra los militares.

La gente se agolpaba contra los cordones de soldados armados con fusiles FAL, gritándoles en la cara que se amotinen. Nosotros todavía estábamos adentro de la Plaza, refugiados en un cantero entre movimientos nerviosos de los batallones que no paraban de llegar y gases lacrimógenos que de vez en cuando nos caían encima.

Suenan tiros, corremos con los otros colegas periodistas a refugiarnos en la acarda de un edificio y vamos retrocediendo como podemos, en una ida y vuelta que nunca acaba. Hay soldados cuerpo a tierra y muchísimo nerviosismo.

Cuando comienza el tiroteo es imposible seguir ahí. Corremos y nos mezclamos con la gente que se agolpa a una cuadra. Atrás queda un compañero, aparentemente de Canal 5 que recibe un balazo de FAL. No sabemos todavía de su suerte, pero varios compañeros en la calle dicen que habría fallecido.

Se escuchan fuegos de ametralladora. No se cuanto tiempo pasó; perdemos la noción del tiempo. El ejercito retrocede, cuerpo a tierra, y se refugia en el palacio de gobierno, 100 metros adelante nuestro. Parece que la policía está avanzando.

Tres militares quedan rezagados, y la muchedumbre se envalentona; los rodea y les saca las armas. Alguien dice que vayan a darsela a la policía, pero los fusiles se pierden entre la multitud y no sabemos de su suerte.

Salimos de las manzanas que rodean la plaza. Miles de personas se congregan espontaneamente en los alrededores; en la plaza Perez hay improvisadas barricadas con bloques y algunas fogatas. Sobre unas gradas, unas 200 personas improvisan una asamblea donde se pide que renuncie el presidente. Es el mismo grito que escuchábamos en Murillo.

La masa avanza, y mezclados con ellos llegamos hasta el ministerio de trabajo. Hay una fogata hecha con muebles, y el edificio es totalmente destruido. De a poco, la gente va entrando y lo vacia; todo, sea inflamable o no, alimenta las llamas. Hay jóvenes, señoras cholitas, hombres de traje y gente mayor.

Atrás alguien quiere enseñarse con un quiosco. Lo abre e inmediatamente es rodeado por decenas de personas; "somos el pueblo, y no podemos hacer eso" dice alguien, y llevan el puesto hasta un lugar seguro.

A esta altura, ya hay 89 heridos y entre 13 y 18 muertos y la vuelta atrás del presidente con el impuestazo parece haber caido en saco roto; ahora la consigna es "que se valla el gringo".

Asi como arde el ministerio de trabajo, el edificio de la vicepresidencia también arde. En donde estamos nosotros llegan estudiantes universitarios de Barricada Roja, el MST y otras que no llego a divisar gritando consignas.

Alguien grita "a la casa rosada" que es la sede histórica del MNR, el partido que -hasta hoy- gobierna el país.

Y la muchedumbre avanza. En cada lugar, diferentes militantes juegan un rol organizando la retirada, voceando las noticias y hasta dando un discurso con propuestas. Todo es bien recibido; los bolivianos son un pueblo muy organizado y con muchísima tradición combativa.

Cuando vamos hacia la casa del MNR nos cruzamos con algunos policias. Estan pobremente armados, y algunos tienen cascos de moto para protegerse. Son parte del motín, y la muchedumbre los ignora. Durante todo el día, la relación con la policía es contradictoria; algunos lo vivan, otros los insultan, otros le gritan que no tienen que volver a reprimir nunca más.

Mientras cientos de jóvenes destrozan el local partidario, otros edificios son saqueados en la ciudad. Por la televisión el gobierno vuelve a llamar a la tranquilidad.

Cae la noche y los saqueos se generalizan. Nos desprendemos de un grupo que quema la sede del MIR, el otro partido de la coalisión de gobierno.

El descreimiento contra los medios se hace fuego: hay cuatro canales que están fuera de servicio y algunos de ellos han sido saqueados y destruidos. Computadoras y otros equipos caen desde los altos pisos de sus oficinas. En toda la ciudad hay saqueos a grandes comercios, puestos de peaje y bancos, que terminan ardiendo. No hay policía para reprimir, asi que la gente se siente libre de hacer lo que quiere. En la Plaza todavía hay escenas de tensión, con francotiradores y soldados parapetados.

Estamos tratando de conseguir información de las demás ciudades; sabemos que en El Alto, a 20 minutos de aquí hubo enfrentamientos durante todo el día, que en Cochabamba la movilización es enorme y que en otras ciudades hay motines policiales.

Hace minutos, el gobierno anunció que los militares patrullarán la ciudad. Los rumores hablan de Estado de Sitio y toque de queda. No hay cámaras en la calle; los pocos canales de televisión que están trasmitiendo lo hacen con reportes telefónicos. Los saqueos siguen y hasta hay rumores de que algunas carceles fueron abiertas. Nadie quiere ser filmado; la revolución, finalmente, no será televisada.

agrega un comentario