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ES FACTIBLE LA LUCHA COMUN DE ''MUJERES Y HOMBRES'' INDIGENAS EN BOLIVIA
Por medio cubano - Saturday, Jan. 10, 2004 at 11:24 AM

"Defender la tierra es defender la coca, que también nos da vida. Y defender la coca es defender a nuestra madre tierra"

Por Arturo Jiménez




A Leonida Zurita, dirigente de cocaleros de la región del Chapare, en Cochabamba, Bolivia, le apasiona hablar acerca de las luchas de los indígenas, de las mujeres y de los productores de esa planta para que se respeten sus derechos ancestrales y culturales.

Ella se explaya y cuenta y recuenta y repasa los detalles, y con ello ilustra el carácter de esas luchas en las que se encuentra inserta como indígena, como mujer y como productora de coca en un país que la consume desde hace siglos, pero que desde hace unos años ha sido tipificada como ilegal por el gobierno boliviano a instancias de Estados Unidos.

''Como los hombres, las mujeres también luchamos por la tierra, porque es nuestra madre, que nos da vida, valor, alimento. Y la defendemos porque las mujeres también damos vida. Defender la tierra es defender la coca, que también nos da vida. Y defender la coca es defender a nuestra madre tierra."

La dirigente quechua, presidenta de las seis Federaciones de Mujeres del Trópico de Cochabamba y ex cabeza de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa, cuenta con una experiencia fraguada en muchas luchas, como la ''guerra del agua" en Cochabamba, en el 2000; la ''guerra de la coca", en 2002; y, hace unos meses, la ''guerra del gas", que derrocó al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.

Zurita habla en entrevista durante un receso de América Profunda, reunión de representantes e intelectuales indígenas y no indígenas que concluyó hace unos días en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

LA COCA, BASE CULTURAL Y ECONOMICA

La dirigente cocalera retoma su reflexión: ''Para nosotros la coca es nuestro alimento, nuestra cultura, nuestra medicina natural. Con ella hacemos jarabes, vinos, chicles, galletas. Pero el gobierno más bien nos dice que nuestra coca es ilegal, que se va directo al narcotráfico."

Pero ''nosotros no tenemos la culpa que haya narcotráfico", señala, y argumenta que aunque son más de 7 mil elementos del ejército y las policías bolivianas, así como de la DEA y la CIA estadunidenses, los que no han podido frenar a los narcotraficantes.

Zurita denuncia que los militares ya no destruyen sólo las siembras de coca, sino de otros productos como la yuca o los propios cultivos alternativos propuestos por el gobierno. Pese al fracaso de los cultivos alternativos, dice que el gobierno insiste en que se siembren, ''pero no hay mercado para ellos".


En cambio, con la coca los indígenas hacen compra-ventas y trueques con otros productos en las diversas regiones bolivianas, a las que acuden porque son sus lugares de origen, pues el Chapare es una zona de inmigrantes del país.

Aunque sí cultiven otros productos, prefieren la planta de coca, ya que con ésta se cosecha cada tres meses, mientras con el arroz, por ejemplo, es sólo una vez al año.

Leonida cuenta que en las poblaciones de las seis federaciones de mujeres existen unos 17 mercados de intercambio y venta, además de uno en Cochabamba, que son reconocidos por el gobierno.


Sin embargo, muchas veces las autoridades deciden clausurar esos mercados mediante la intervención del ejército. Todos sufren la represión legal, inclusive los transportistas, quienes al ser detenidos pueden ser condenados hasta ocho años de prisión.

EL FRENTE FEMENINO

Leonida Zurita comparte experiencias y reflexiones sobre la lucha de las mujeres. ''Antes se pensaba que la organización sólo era de los varones y que sólo ellos peleaban. Había machismo y a las mujeres no nos dejaban que participáramos en las reuniones". Sólo las viudas tenían derecho a estar en las reuniones, luego de un año de licencia tras la muerte de su pareja.

''La primera movilización en la que participé fue luego de una matanza, cuando tenía como 18 años, en Villa Tunare. Se estaba aprobando la ley 1008 (que penaliza el cultivo de coca) y nosotros no la queríamos. Nos movilizamos miles de compañeros y murieron como 18 personas."

Cuenta que como su madre era viuda, ella, como hija, también tenía que asumir una responsabilidad. ''En 1990 o 1991 ya participaba en la 'vinculación femenina'. Cuando había reuniones teníamos que barrer lo que se ensuciaba con la coca o el cigarro, debíamos cocinar para la fiesta de la comunidad, o el 6 de agosto, día de la patria, o cuando había un trabajo comunal o los albañiles laboraban en la escuela".

Pero después de 1994 su madre se hizo de unos chacos (tierras) para la familia. De manera paradójica, a partir de ese logro la joven Leonida tuvo que abandonar sus estudios, cuando cursaba el ''primero medio". Explica las causas:

''A mi mamá la engañaron. Le dijeron que cambiara el cultivo de coca por otro producto alternativo, que le daría mejor producción. Pero el cultivo de piña, palmito, banano, maracuyá o pimiento no le resultó porque, por ejemplo, con la palma africana se debe esperar tres años para poderla cortar. Lamentablemente la plata se invirtió en las plantaciones y ya no alcanzó para que los hijos estudiáramos."

Fue así como Leonida Zurita comenzó a tener mayor intervención en los asuntos sindicales y en el trabajo comunal, pues además había asumido la responsabilidad del chaco familiar porque sus cuatro hermanos varones mayores ya se habían ''hecho de mujer".

En 1994 más de 150 varones y algunas viudas la eligieron secretaria de actas de su sindicato cocalero. ''Yo tenía miedo, pero mis hermanos, que habían sido dirigentes, me ayudaron la primera y la segunda vez".

Ahora Leonida tiene compañero, dos hijos y es una activa dirigente, en un trabajo afin al líder cocalero y cabeza del partido Movimiento al Socialismo, Evo Morales, quien en 2002 quedó en segundo lugar de las elecciones presidenciales.

SANGRE DE HOMBRES Y MUJERES

Los hombres y mujeres indígenas de la región, señala Leonida Zurita, han sufrido muchos atropellos y han realizado varias movilizaciones de protesta.

''Antes no había ni siquiera respeto a las mujeres embarazadas; los militares nos pegaban, nos pateaban. Cuando pasamos por Ibigarzama pisaron los pies de una mujer embarazada, y cuando su hijito corrió hacia ella igual lo patearon. Para nosotros era delito tener 100 dólares, decían que éramos narcotraficantes, igual si tenías una bicicleta montañera o un radio.

''Cuando llegaba la noche teníamos temor de dormir porque venían los militares a tomar la casa y el marido tenía que escaparse al monte porque, si lo agarraban, se lo llevaban preso. Algunas de nuestras compañeras han pasado por los chequeos militares y hasta las han violado sexualmente.

''He aprendido en la Constitución política del Estado que tenían que pedirme permiso para ingresar a mi casa, pero no era así. En el colegio no nos enseñan leyes, lo que nos enseñan son las historias que han pasado. Yo he aprendido mucho de mi organización sidical.

''Hemos visto cómo los militares le pegaron al Evo Morales, lo amarraron de las manos y lo arrastraron, casi lo matan. Y vimos que derramaba sangre, y hemos pensado también que, si los varones están derramando sangre, y si las mujeres, al dar a luz, también derramamos sangre con dolores muy fuertes, ¿por qué no podemos organizarnos y pelear juntos, hombres y mujeres? Esa idea ha sido muy grande."



La Jornada, México. 7 de enero del 2004.

Tomado de http://www.rebelion.org

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