Julio López
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Anulación de las leyes: detalles desde la calle
Por sebastian hacher ((i)) - Wednesday, Aug. 13, 2003 at 3:42 PM
sebastian@indymedia.org

Desde las puertas del congreso, ayer.

Dicen que lo esencial es invisible a los medios de comunicación. Y entonces, como el día que acaba de terminar será quizá uno de esos días para la historia, se hace necesario detenerse en algunos detalles.

Este tipo de días, cargados de acontecimientos que cambian el curso de las cosas, son dignos de recordarse, de guardarse en las pupilas, en las palabras y en la experiencia colectiva. Conviene entonces guardar los detalles como testimonio para el presente y el futuro. No hacerlo sería -por omisión, desgano o interés manifiesto- un crimen de lesa realidad.


Me dijeron que en el momento de mayor concurrencia había 30.000 personas y que la policía había calculado 15.000 y como yo no sé calcular y la policía siempre dice más o menos la mitad, me quedé con el primer número, que me pareció por lo menos simbólico.

Desde antes de las 13 las organizaciones de desocupados y los partidos de izquierda se habían acomodado a lo largo de toda las calle frente el congreso, y el monumento era una grada atestada, donde militantes e independiente se mezclaban y confundían. Por Rivadavia avanzada una columna de estudiantes secundarios, buscando un lugar donde acomodarse e improvisar una sentada. Desde Callao, Irigoyen y Entre Ríos seguía llegando gente; grupos de piqueteros, asambleístas y transeúntes sueltos que diluían un poco las columnas, que en poco tiempo se extendían por algunas cuadras.

A las 2, una Madre de Plaza de Mayo nos preguntó si no habíamos visto a sus compañeras; una señal de que sería un buen día, porque no éramos pocos los que nos perdíamos de nuestros conocidos.

Sus compañeras, por supuesto, estaban cerca; rodeadas de vallas propias, junto a los hijos de desaparecidos (con y sin puntitos, con y sin mayúsculas), ex-detenidos, organismos de derechos humanos, personalidades y dirigentes, esperaban atentas que comience la sesión dentro del congreso.

"Son 26 años de lucha, así que imaginate si no estamos contentas" me decía una de ellas. Enumeraba las cosas que habían pasado durante todo el día. "Que la metan presa a María Julia, que los hijos de la Ernestina de Noble acepten el ADN, que se agregue a la ley la imprescriptibilidad de los genocidios, y que se anulen las leyes de impunidad es algo que nos llena de alegría. Son muchos años de lucha para esto."

De toda la lista, lo de María Julia es lo que parece tener mas raiting, tanto en los medios como en el saber popular; su encierro fue festejado hasta por el señor que, con bonete verde y saco naranja aprovechó la jornada para vender unos melancólicos pirulines. "Se acabó la impunidad", me dijo ilusionado, mientras me transportaba -perdón por al disgresión- a imágenes de mi infancia.

Esa sensación de fin de la impunidad era compartida por el sentido común de muchos manifestantes. Linda, madre de uno de los tantos jóvenes asesinados en la democracia, duda por experiencia propia de ese sentido común y nos dice que "si es verdad que se acaba la impunidad, vamos a tener que salir las madres a hacer justicia" y el listado de casos impunes de gatillo fácil, de asesinatos encubiertos para salvar a los hijos del poder que enumeró para ilustrarnos es tan largo que sería una nota entera nombrarlos a todos.

Había muchas ilusiones cruzadas, mediadas por la conciencia de cada uno. Una Madre nos decía que "algo está cambiando en el país". Un joven de H.I.J.O.S, dejó de tocar el bombo para decirnos que para él "esto es una victoria popular, que no nos regaló nadie. Son 27 años de lucha contra la impunidad, y esto que estamos viviendo hoy es un paso. Nosotros vamos a seguir, por la reconstrucción de los lazos sociales, y para que sean castigados todos los genocidas, sus cómplices y los que se beneficiaron con la dictadura".

Mientras hablábamos las columnas se hacían mas difusas y relajadas. Corrían los mates, alguna olla popular donde se refritaba verdura para un guiso, vendedores de panchos, pirulines, revistas y hasta uno de empanadas fritas. Mucha gente preguntaba si se sabía que pasaba adentro del congreso, que si se había levantado todo, que si ya estaban por empezar. Comenzaba a notarse que sería una larga tarde.



-4: 17 PM

A esa hora exactamente, Nora Cortiñas, una de las Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora mas conocida, bailaba y sonreía arriba del escenario. Acababan de anunciar que comenzaba la sesión de diputados, y la plaza se transfiguraba para escucharla. "En un rato comenzamos a trasmitir en directo" decía mientras se ajustaba una vincha blanca que decía simplemente "anulación".

Los militantes se agolpaban contra la valla, los H.I.J.O.S. levantaban fotos con rostros de desaparecidos que apuntaban sus ojos al congreso, las cámaras se agolpaban frente aun grupo de madres que miraban hacia la escalinata del congreso esperando que algo suceda.

Cuando la voz en off del presidente de la cámara, amplificada por cien parlantes anunció que se votaba por unanimidad la incorporación a los tratados internacionales y la no prescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad, algo estalló entre nosotros. Las Madres se pararon, y en algunos rostros se dibujaron algunas lágrimas contenidas. Lloraban dos madres, lloraba un señor grande, muy grande, lloraba algún hijo, y hasta alguna fotógrafa contuvo sus lágrimas para, quizás, no dañar la lente.

Frente a las Madres, un grupo de ex-detenidos desaparecidos se abrazaba y saltaba mientras uno decía "ganamos”. Otro, que llevaba en la mano un a carpeta con expedientes, no paraba de caminar como un padre en el hall de una sala de partos, esperando quizás el nacimiento de eso que llamamos justicia.

Había alegría y tensión. Polo, un hijo de desaparecidos, no bajaba el retrato de un bebé nacido en cautiverio ni siquiera para saludar a sus amigos. De los parlantes salían los discursos de los diputados, que al principio eran seguidos con atención, silbidos y consignas por miles de manifestantes, y que con el correr de las horas se iban convirtiendo en un murmullo lejano. Del ranking de los insultos, el primer premio se lo llevó Bussi Jr, el diputado de Tucumán e hijo del torturador, con su facista e incluso anacrónica reivindicación de la "lucha antisubversiva".


-¿Final o principio de época?

Cuando caía el sol y las voces de los diputados salían por los parlantes, las columnas se movían para retirarse. "Ya esta cantado que votan la anulación, así que me voy a verlo por Crónica TV" decía una cronista y militante de un medio alternativo. Muchos pensaban lo mismo, y enfilaban las banderas hasta alguna boca de subte para volver a sus lugares de origen.

La concurrencia se iba reduciendo alrededor de las vallas montadas por los organizadores, y cuando la noche ya era un hecho, quedaban en la puerta del congreso las Madres, los H.I.J.O.S, los HIJOS y los partidos de izquierda, amén de varios compañeros y compañeras sueltos y sueltas.

¿Vale la pena quedarse? "Yo de acá no me voy". repetía una compañera y agregaba que "al final siempre nos quedamos los mismos".


Mientras esperábamos Gloria me contó su historia, que quizás sea un símbolo de lo tiempos que fueron y que vienen. Su hermana Rosa Pagés fu secuestrada por el ejército el 4 de Setiembre de 1977 y su hermano Guillermo el 4 de Diciembre del mismo año. En febrero del 1978, un juez de instrucción rechazó "con costas" un Habeas Corpus que exigía saber su paradero. El detalle de las costas no es menor; significa que el denunciante tiene que pagar los costos del trámite, y deja explícito que el recurso presentado es totalmente improcedente.

Desde hace algunos años Gloria milita en el Ce.Pro.D.H., el organismo de derechos humanos que defiende legalmente a las trabajadoras de Brukman. Gloria no sospechaba hasta hace unos días que el juez que había firmado esa aberrante resolución en Febrero de 1978 era Peró, el mismo que dictó el desalojo de Brukman en Abril de este año, diciendo que "no hay primacía de la vida y la integridad física por sobre la propiedad privada y los intereses económicos".
Gloria todavía no lo puede creer, y terminar el reportaje diciendo que "está muy contenta con la anulación de las leyes, pero son estos tipos como Peró los que van a juzgar a los genocidas".

Con esa historia en la cabeza, con los rostros de los hijos, hermanos, madres, ex-detenidos, me voy caminando por Callao. En las puertas del congreso quedaban los que vivían ahora un momento casi intimo esperando que finalmente se vote la nulidad de las leyes.

El sabor era de victoria, pero también de que nadie nos regala nada, que cada pequeño giro de la rueda de la historia nos cuesta sangre y sudor. Es un día histórico, porque un movimiento que comenzó un grupo de valientes mujeres en medio de la dictadura acaba de borrar felizmente una consigna de sus banderas, si quizás parezca un hecho simbólico, abre un abanico de posibilidades que tenemos que saber aprovechar.

Todavía quedan muchísimas tareas, y cada una de ellas es tan titánica y urgente, que necesita que removamos el cielo y la tierra.
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-Epilogo: sobre los días para la historia.

Los hechos se desarrollan, otra vez, en la puerta del congreso. Algunas veces antes, poco más de un año y medio atrás, tuvimos la suerte de vivir y protagonizar en el mismo lugar algunos momentos que sin duda quedaron grabados por mucho tiempo en todos nosotros.

Entonces estaba todo muy claro; una movilización espontánea, un torrente incontrolado de voluntades dispuestas a dar la vida, y el Congreso convertido en un cadáver de cemento primero, en un manojo de llamas después, salvado y amado únicamente por las balas de la policía. Recuerdo entonces a ese hombre, su sangre bajando por la escalera, el silencio después de las cacerolas, las balas, los gases, los gritos, y no quedan dudas de lo que todo eso significa.

Hoy, 12 de agosto del 2003, todo parecía cambiado. El torrente incontrolable trocó en columnas ordenadas, difusas o cerradas, pero columnas al fin. La escalinata, que antes era tribuna abierta, esta ahora presa de un corralito de vallas, un lugar donde policías aburridos toman mate todas las tardes y custodian al congreso de los fantasmas de la rebelión. Antes tampoco había discursos, no había parlantes, ni presentadores, adhesiones y seguridades, todas cosas que cobraron protagonismo hoy.

Que se entienda que no digo que sea bueno o malo; simplemente es lo que se percibe a simple vista.

Y si el 19, el 20 o el 28 de Diciembre el Estado era policía en calle oscura, bala de plomo o de goma, si era entonces escudo y casco, detención y comisaría, hoy el estado recobró su rostro político, ese que se basa no sólo en el palo sino, sobre todo, en el consenso. La "vuelta de la política" estaba esta vez gráficamente representada en los altavoces que permitían que escuchemos a los diputados, y quizá si la consigna de hace una año y medio era "que se vayan todos", la de hoy era "que voten todos".

Y, sin embargo, tenemos derecho a decir que el de ayer era un día para la historia, para nuestra historia.

A veces no es tan simple como parece, y si siempre se escribe con la tinta del alquitrán de la calle, los artífices del poder -que tienen que perpetuarse para mantener sus privilegios- son maestros en el arte de sobrevivir y transfigurarse para hacernos creer que la escriben ellos.

Aquí la historia no se nos presentó en estado puro, sino como una combinación de factores que a veces nublan la visión y nos impiden comprenderla

Uno de ellos es que la llamada "clase política" entendió que para seguir existiendo se tiene que sacudir el polvo de su pasado, como forma de volver a ser creíble y garantizar su dominio sobre los designios del país. Y eso no es producto de un súbito ataque de justicia sino un mero instinto de supervivencia innato a nuestras clases dominantes.

Si para eso tienen que reconocernos una victoria, y esconder tras las rejas a sus propios y sanguinarios salvadores de antaño, no van a tener ningún problema en hacerlo.

Depende de nosotros entenderlo como "un regalo del cielo" o comprender que siguen siendo los pueblos los que, laberínticamente, seguimos escribiendo la historia.

Sobre todo, el desafío es saber que la nuestra no es una época para mirarla por Crónica TV, sino para seguir construyéndola, como desde hace 27 años las Madres, en la calle.

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