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Periodismo virtual
Por julio (((i-Sgo))) - Tuesday, Nov. 25, 2003 at 10:32 AM
julio-h@argentina.com

En Santiago del Estero se inventa la realidad desde hace varios siglos. Los medios nacieron pues, no como informadores, sino para añadir cierto profesionalismo pseudoliterario a las manipulaciones del poder.


Por Julio Carreras (h)


Si un periodista extranjero desea conocer la realidad de Santiago, debe eludir las redacciones de diarios y los estudios televisivos o radiales. Por el contrario, tratará de establecer relación cordial con personas comunes, de todas las clases sociales (cuestión nada difícil, pues el santiagueño suele ser altamente obsequioso con los foráneos). Eso sí, mejor le será ocultar su condición de periodista, pues posiblemente quite un buen porcentaje de veracidad a las narraciones obtenidas.
Es que la gente en Santiago desconfía del periodismo. Y con razón. Un viejo refrán popular -"Creéle a El Liberal"- grafica este tradicional escepticismo. "Creéle a El Liberal", se decía cuando alguien mencionaba al más pertinaz diario santiagueño como fuente de su información.

El chisme informa mejor

Los aspectos principales del doble crimen -tal como los presenta hoy la jueza María del Carmen Bravo- ya se difundían en corrillos populares dos días después de hallados los cadáveres. Pero los medios santiagueños, al unísono, publicaban la versión del ahora preso magistrado bandeño, Castillo Solá y sus cómplices uniformados: esto es, que Llugdar y sus amigotes habían sido los autores.
Grandes fotografías a todo color, filmaciones difundidas en los noticieros, se cuidaban de mencionar la "torpeza" de la policía al no proteger los posibles indicios, sino por el contrario, actuando como si, en realidad, se deseara ocultarlos para evitar la resolución de los crímenes.
Mientras tanto, cualquier changuito de los que se fuman un par de porros en la Plaza Libertad pasada la hora de brujas, podía decirte en febrero nombres que hoy (con asombro, si no conoces Santiago) puedes encontrar cada día en los noticiarios, como imputados por la jueza María del Carmen Bravo.

Los informativos del dotor

Es que la práctica periodística en Santiago se nutre de una realidad virtual. Ella se origina en los intereses de las tres familias que dominan nuestra economía, en combinación con el poder político. Hubo en la historia de esta provincia asimetrías o conflictos entre estos poderes, bueno es señalarlo. Fueron los pocos momentos en que la población pudo recibir alguna información genuina.
Lo habitual, sin embargo, a lo largo de toda la existencia de los medios informativos, es que los receptores observen con escepticismo noticias que intentan ocultar la realidad, o en el mejor de los casos disecarla.
Cada mañana emisarios de los poderes preparan el "menú informativo" de la población basándose en los intereses mencionados. "Jefes" de redacción extraídos con preferencia de los niveles más carenciados de la sociedad -entendiendo este término con doble acepción: económica e intelectual- señalan un temario informativo que nadie discute. En ocasión por disciplina, en general por adormecimiento.
Es que el periodista pasa la mayor parte de su vida en la burbuja conceptual que, físicamente, se manifiesta como el edificio del medio donde trabaja. Y el pueblo mismo genera otra burbuja, que termina por aislar a quienes deberían informar de lo que realmente sucede.

Necesidad vital

Así las cosas, dados los aires de cambio que parecen soplar, aún con cierta timidez, en Santiago, debería señalarse como una necesidad perentoria también la aparición de verdaderos medios de comunicación en Santiago. Jamás los hubo.
Pues la comunicación es un proceso "de ida y vuelta" (como cualquier periodista dice saber), es decir, un constante flujo, donde se comparten datos, entre personas que sustentan como requisito básico la confianza mutua.
En Santiago hay numerosos periodistas de talento. Casi ninguno de ellos trabaja en los medios consolidados. Algunos hasta deben ganarse el sustento como vendedores ambulantes o remiseros. Esto en sí es un indicador patético del agobiante nivel de mediocridad y censura donde han fijado el techo para la información los poderes dominantes.
El surgimiento de medios de comunicación reales en Santiago, pues, no sólo es una necesidad. Sin ese vital alumbramiento la nuestra jamás dejará de ser una sociedad primitiva, aún menos soportable que la medieval. Una sociedad frustrada en su evolución, donde rigen las más oscuras manipulaciones, desde el poder. Y los más angustiantes miedos -enervando toda posibilidad de maduración-, entre sus pobres componentes, de todas las clases sociales, siempre postergados en sus aspiraciones más íntimas, por falta de recursos idóneos para exteriorizarlas.

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