188 SILENCIOS
Por Sergio de Cipolletti - Río Negro - Saturday, Jan. 08, 2005 at 6:33 PM
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Si conocemos nos defendemos. Si sabemos nos hacemos respetar

188 SILENCIOS

Ambiciosos y desposeídos son los productos inmutables de esta falsa corriente de pensamiento y obra que el nihilismo contemporáneo se conforma en llamar globalización. Fenómeno más moral o espiritual que económico o político, como se nos quiere hacer creer.

Brutal desembarco de sensaciones de no pertenencia , de perdida de la nacionalidad bien entendida , y suplantada solo por la frontera del que tiene y del que no. Como una terrible batahola entre incluidos y excluidos, que ha impuesto nuevas tendencias en la comunicación colectiva.

La más destacada de ellas es el silencio, un silencio ensangrentado en omisiones monumentales. Como un feudal renacimiento de la censura, la ignorancia o la indiferencia, que a son de los tiempos se mimetizan entre sí para servirnos de disculpas a nuestras cotidianas "distracciones"

Silencio que no permite ser molestado en la construcción de su proyecto de mutilación cívica, devorando la cultura y los lazos solidarios, retroalimentando su propio espanto y sus ancestrales miedos en esperados renglones en blanco.

Muchos, la mayoría... o todos los jóvenes y niños, especialmente los niños, no deberían haber estado en la disco del Once. Lugares donde siempre mediante una u otra conducta pierden su dignidad, cediendo su propio respeto por ignorancia o despreocupación. Por haber crecido en este silencio que les niega el conocimiento del derecho y el saber.

Conocimiento que en todo lugar y circunstancia debe garantizar la vida, propia y ajena, como valor fundamental de la existencia.

Las tragedias se suceden, por ejemplo, ignorando o aceptando que el simple comercio de un par de irresponsables nos empuje a violar la propia idea del limite ético. Los derechos consagrados en las leyes impresas se vuelven en esas horas, imágenes de una postal hermosa cuyo paisaje nos deleita, pero cuya brisa y perfume nunca nos tocara, aunque la tengamos tan al alcance de la mano, tan pronta a la fácil declamación.

La mayoría de los cientos y tantos muertos venían recién respirando su vida, esa vital savia asfixiada en una macabra bocanada del hastío, de silenciadas obligaciones, de inalcanzables garantías.

Ellos, sin saberlo, accedieron a esa región de la existencia, donde el mismo concepto de vida, alegría y mañana pierden su sentido ante la misma ventanilla de boletería, ingresando a un inasible territorio que esta siempre más allá de todo socorro.

Las imágenes de dolor e impotencia que nunca conmueven a quienes conocen solo el discurso estadístico, son nuevas inscripciones en las memorias que recorrerán los tiempos del olvido comunitario; encendiendo la luz de muchas lágrimas. Memoria que para muchos se volverá inminente cuando pretenda albergar dentro de su comprensión alguna palabra de compromiso ante tanta masacre.

Quienes murieron con sus cuerpos desgarrados en la terrible avalancha, sus pulmones quemados y sus desesperados gritos, son como escritores que han perdido sus manos, silencios impuestos premeditadamente para acallarlos ante la pronta extinción de una correcta equidad o de la propia vida.

Queda en nosotros hacer el balance individual de lo ocurrido y tomar la decisión de desaprobar toda anarquía y predicar en alta voz un renacido evangelio del derecho establecido

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